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Foto del escritorClub Café Zimmermann

Isabella Leonardi, monja compositora del Barroco.

Actualizado: 15 ene 2022

por Cristina Querol Gutiérrez


Para celebrar el 8 de marzo, día internacional de la mujer trabajadora, me gustaría, como representante del Plan de Igualdad de nuestro conservatorio, divulgadora de la mujer en la música y miembro del Club Café Zimermann, hacer mención de alguna de las compositoras que han estado ausentes de los libros de historia, ausencia debida no a su inexistencia, sino al olvido y al silencio por parte del canon oficial musical.


Sin embargo hubo compositoras que tuvieron en vida un gran reconocimiento, algunas de ellas ya las conocemos, concretamente a las contemporáneas de nuestro querido maestro Juan Sebastían Bach, Francesca Caccini, Brabra Strozzi y Elisabet Jacques de la Guerre.


Durante el s. XVII, mientras en las cortes, en las academias y en los salones, se escuchan distintos géneros musicales como el madrigal, la cantata y la ópera comienza a dar sus primeros pasos, en los conventos se escriben motetes, misas y oratorios. La mitad de las compositoras cuyas obras fueron publicadas en este periodo son monjas. Es el caso de la mujer que os presento a continuación, Isabella Leonardi (1620-1706), del convento de Santa Úrsula de Novara (Piamonte, Italia). Fue quizá la más prolífica de las monjas compositoras.


Nacida el 6 de septiembre de 1620, a los 16 años ingresó en el Convento de las Vírgenes de Santa Úrsula de su ciudad natal. Hija de una antigua y distinguida familia del lugar, los condes Leonardi y entre sus miembros hubo importantes funcionarios de la iglesia y de la sociedad civil y caballeros palatinos. El padre de Isabella, quien tenía el título de conde, era un gran experto en leyes. Como era costumbre en su época, la mayoría de los hijos e hijas se enviaban a servir a la iglesia, dejando sólo a los primogénitos en la familia.


Comienza su creación musical con el pensamiento sacro de la Edad Media, “la música era Dios”, considerando la consonancia perfecta (la triada armónica) de la Santísima Trinidad. A partir de 1670 compuso extraordinarias obras que pudo estrenar en el Colegio con su conjunto musical.


Gracias a su procedencia noble tuvo la posibilidad de tener una formación sólida que mezclada con cierta ambición la llevaron a ostentar el cargo de superiora de la comunidad, hecho que le permitió disponer de tiempo para dedicarse a la tarea de componer.


Desde joven demostró su talento y grandes dotes para la composición, que le sirvió de vehículo de expresión de su intensa vocación, especialmente a la Virgen María, a la que dedicó casi toda su producción. Además procuró no desvincularse de la sociedad, dedicando también cada composición a una personalidad del poder o de buena posición social.


Sus composiciones publicadas abarcan un período de unos 60 años que comenzó con los diálogos de 1640 y terminó con la voz solista Mottetti de 1700. Tenía más de 50 años cuando empezó a componer regularmente y fue entonces cuando publicó las obras que han llegado a nuestros días: 22 Motetes, 18 Conciertos Sagrados, 12 Sonatas (para 1, 2, 3 y/o 4 instrumentos), 17 Misas y 11 Salmos de Concierto. La mayoría de sus obras son motetes sagrados (a veces con el acompañamiento de uno o dos violines) pero también hay algunas sonatas instrumentales.


En 1684 sale a la luz en Bologna su primera colección de motetes “a voce sola” firmado por ella exclusivamente (anteriormente se publicaron dos obras sacras suyas en una colección de Gaspare Casati, maestro de la capilla catedralicia). Esta obra aparece dedicada por una parte, al que era en ese momento gobernador de Novara, Don Gaspar Francesco Fernández Manrique de origen español) y por otra a la “Beatíssima Vergine Madre di Dio”.


La vida conventual permitió una atmósfera favorable a la creatividad musical, mucha más que en otros espacios de la época, especialmente para las mujeres. Publicó más de doscientas obras, compiladas en veinte volúmenes, que incluyen muchas de las formas y géneros de música sacra.


En 1693 publica doce sonatas, que son consideradas como una de las primeras colecciones compositivas instrumentales publicadas por una mujer que se han conservado. Algunas de sus obras vocales están acompañadas por dos violines y continuo, forma habitual de finales del s. XVII en mucha de la música sacra. En las obras destinadas para interpretarse fuera del convento, utilizó mucho el tenor y el bajo en las voces, contratando en ocasiones a cantantes externos (es decir no miembros del clero masculino al servicio de la congregación de monjas) para dichas voces.


Su estilo compositivo está muy definido, utilizando recursos expresivos, como las progresiones armónicas coincidiendo con pasajes de texto que a ella le interesaba destacar. Sus composiciones son ricas en cambios de tempo, predominando la subdivisión ternaria para dar una impresión de agilidad. Incluyó en sus ediciones impresas una gran cantidad de anotaciones acerca del tempo y el carácter. En ocasiones, el efecto de ecos, tan frecuentes en las composiciones sacras italianas del Barroco, aparecen indicaciones de forte y piano.


Su música se percibe como un reflejo de aquello que acerca el hombre a la divinidad. Su obra es propiamente barroca, con un estilo representativo, con diferentes texturas y los afectos de las palabras aplicadas a una profunda oración. Es muchas ocasiones es dramática e intensamente expresiva. La liturgia gregoriana se une a la música de su tiempo, polifonía, disonancias, luces y sombras extraordinariamente tratadas. Sus obras sacras no litúrgicas se construyen sobre textos latinos muy emotivos y en ocasiones los escribe ella misma.


La orden de las Ursulinas, a la que perteneció, se especializó posiblemente en la enseñanza musical para chicas. La orden se disolvió en época de Napoleón y su biblioteca y sus archivos fueron destruidos y se perdió todo el fondo de manuscritos.


A modo de conclusión y siguiendo las palabras de Soler (2020), Isabella Leonarda gozó de una situación privilegiada en cuanto en el ámbito musical. Vivió plenamente inmersa en la música tanto durante los años de juventud en los que tuvo acceso a los estudios musicales como posteriormente ampliando su cultura, educación musical y desarrollándose en el ámbito de la composición. Tuvo un gran privilegio ya que pudo ver un gran número de obras suyas impresas, y ser la primera mujer en la historia de la música que pudo “tocar” sus obras. Las mujeres compositoras de este periodo histórico tuvieron que conformarse con ciertas actitudes, barreras y obstáculos hacia su trabajo que los hombres no tuvieron de lidiar.



Aquí os dejo su Sonata Duodécima en Re menor, para Violín solo y Continuo, de su obra "Sonatas a 1,2,3,4 istromenti op. 16".

Esta versión está interpretada por el ensemble Le Bizzarrie Armoniche, perteneciente a su álbum Donne Barocche (Mujeres Barrocas).


BIBLIOGRAFÍA

  • Bofill Levi, A. (2015). Los sonidos del silencio. Aproximación a la historia de la creación musical de las mujeres. Editorial Aresta

  • Beer, A. (2019). Armonías y suaves cantos. Las mujeres olvidadas de la música clásica. Editorial Acantilado

  • Díaz Marroquín, L. (Documento en línea, 2020) Texto extraido de http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=leonarda-isabella

  • Soler, S. (2020). Anna Isabella Leonarda (1620 – 1704): 400 aniversario de la brillante compositora del barroco italiano. ArtsEduca, 25,DOI - http://dx.doi.org/10.6035/Artseduca.2020.25.6 | ISSN: 2254-0709 | pp. 85 – 96.

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1 Comment


celialuisamy
Mar 07, 2020

Muy interesante, Cristina. Me ha gustado mucho. ¡Enhorabuena!

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